Las babosas marinas son unos animales extraordinariamente biodiversos, con lo que es muy común encontrar especies muy singulares. Entre ellas está Costasiella Kuroshimae, un molusco gasterópodo de poco más de 10 milímetros que causa sensación en las redes sociales debido a su parecido más que razonable con una oveja. Tanto es así que en inglés se la conoce con el apodo de ‘oveja de mar’.
Fue descubierta en 1993 frente a la costa de la isla de Kuroshima, en Japón, aunque también ha sido localizada en aguas de Filipinas e Indonesia. Pero, más allá de su aspecto, lo más curioso de estas criaturas marinas es su forma de sacar el máximo partido de las algas de las que se alimentan en el fondo marino, con las que mantienen una relación simbiótica muy particular.
Resulta que cuando estas babosas ingieren algas, no digieren los cloroplastos, los orgánulos que tienen las algas y las plantas y que les sirven para realizar la fotosíntesis, sino que los ‘reservan’ en su interior, de modo que siguen realizando su función. De este modo, estas babosas marinas no solo se pueden alimentar del contenido de las algas, sino que, además, aprovechan los azúcares que fabrican los cloroplastos que mantienen en su organismo, lo que les aporta una fuente alternativa de alimento muy útil para crecer y reproducirse en un entorno con muy pocos recursos.
Aunque estas babosas no son particularmente buenas para la fotosíntesis, algunas especies pueden vivir durante meses alimentándose solo de la actividad de los cloroplastos.
Fuente: National Geographic